La Geografía religiosa de la iglesia romana consideró al planeta como su propiedad de tal forma que pudo trazar en el globo las líneas que limitaban los regalos del Papa a los reinos de España y Portugal. El nuevo mundo, o las llamadas indias occidentales fueron consideradas tierras del demonio que había que conquistar para el reino de dios. Misión de la modernidad renacentista y la construcción del imaginario civilizador occidental y cristiano. Misión y visión fundamentalista del paradigma de la avaricia exitosa judeo-cristiana. Los ideólogos políticos y religiosos construyeron el aparato conceptual para justificar, en todos sus aspectos, la empresa colonial e integrar al nuevo mundo como parte del universo humano y complemento del viejo mundo como proyecto civilizatorio y evangélico. Las Civilizaciones Amerindias originarias como objetivo de depredación y como sujeto de extinción.
Pasadas las tormentas apocalípticas, el tiempo se encargó en transformar la tragedia, en mestizaje, fusión de multiculturalidad e hibridación dejando profundas heridas abiertas en grandes sectores humanos ignorados y sometidos a un permanente y renovado proceso de negación y exclusión. Surgieron los movimientos independentistas y emancipatorios. Así aparecieron en el panorama occidental naciones pintorescas y variopintas de indianos aspirantes a la modernidad y a la civilización occidental. Nacieron en el siglo XIX en Latinoamérica las flamantes repúblicas, bocetos de repúblicas y republiquetas. Las nuevas élites del poder nacional sustituyeron la administración del poder de la corona, en medio de luchas intestinas. Las clases populares y la población indígena, sin rostro y sin acceso al poder. Aparecen las naciones americanas independientes y emancipadas nominalmente tratando de construir su identidad y presencia política. Se trata de naciones que reconocen a su interior una multiplicidad de grupos culturales disímiles, alejados de los cánones occidentales según su grado de mestizaje. En la periferia, las naciones indígenas desatendidas, excluidas, invisibles, ignoradas del corpus social. La emancipación los excluyó y los consideró una carga incómoda negativa irresoluble. Los proyectos nacionales que dibujan y desdibujan sus precarias líneas democráticas no los incluyen ni los nominan tampoco asumen un proyecto viable.
La historia de las naciones de América Latina nos cuenta de los esfuerzos independentistas y de los movimientos emancipatorios culminados de alguna manera que ya celebran doscientos años de existencia. Sin duda lo fueron en términos globales y generales. Ahora que examinamos la polisemia del término Emancipaciónpodemos enriquecer los esquemas simplistas de su acepción histórica. La independencia política como estado nación de la corona española es un hecho conquistado. Las clases políticas que asumieron el poder no terminan de consolidar el rostro del aparato formal de su estructura social. La emancipación viene llegando como por oleadas que baña con sus bendiciones a los sectores sociales que se consolidan, pero existen otros que casi no han sido tocados por la varita mágica de la independencia y la emancipación, mas al contrario han acentuado en el mundo global, su vulnerabilidad y el riesgo de su supervivencia como grupo social y civilización dueña de su universo simbólico.
De híbridos, invisibles y subalternos
Las luchas y emancipaciones americanas han creado subalternidades por estratos superpuestos de inclusión y exclusión. Las cadenas de exclusión de los proyectos postcoloniales independentistas y emancipatorios se evidencian en sectores humanos que no han llegado a ser integrados en el aparato nacional. La sustitución de subalternidades en los proyectos políticos nacionales ha creado ciudadanías diferenciadas en derechos económicos, culturales, sociales y políticos. Existe un tejido complejo de subalternidades de poder cuyos mecanismos no son simplemente económicos ya que entremezclan factores culturales, raciales y étnicos en su dinámica política y económica. Ciudadanos subalternos en una escala de poder y acceso que multiplica la diferencia en su viabilidad social.
La economía globalizada hace que el estado tenga un nuevo rol en América Latina. La dinámica económica neo liberal exige características cada vez más compulsivas para desmantelar el aparato estatal y crear relaciones permisivas y tolerantes a una dinámica económica de lucro y ventaja extrema para el gran capital. La organización y administración de nuevas formas de ciudadanía diferenciadas en niveles de inclusión hace que coexistan ciudadanías invisibles sin acción, voz y poder. Las utopías de las emancipaciones se alejan cada vez más pues son emancipaciones frustradas que se unen a la cadena de subalternidades que se perenniza en los sectores sociales excluidos. Las emancipaciones que apuntan a los derechos humanos, a los derechos de las poblaciones originarias, a los derechos de una justa legislación laboral y a normas que respeten la preservación y protección ecológica del medio ambiente son los temas más sensibles que determinan el interés de los inversionistas del gran capital. El capital exige legislaciones que mermen y nieguen derechos nacionales elementales que son para las naciones la razón de su existencia y soberanía. El gran capital se las arregla para obtener las concesiones más ventajosas de los gobiernos bajo tarifas de corrupción ya estandarizadas y previstas entre sus gastos generales. El círculo de la corrupción se completa para anular las reclamaciones justas, el fantasma de la denominación estatal de “terrorismo” surge como recurso represivo para acallar cualquier intento de reclamaciones en conflictos con la gran empresa sobre derechos laborales o reclamaciones de depredación del medio ambiente o derechos de las comunidades originarias. La tecnología del “Lobby” y la corrupción como mecanismo ineludible ha hecho que a nivel mundial, el 90% de los gobernantes y su más altos colaboradores esté incluidos en investigaciones por actos de corrupción generalizada, muchos de ellos en prisión y en su mayoría sobreviviendo en el sobresalto y el chantaje.
Las diferenciaciones sociales que estructuran la economía y el universo simbólico se manifiestan cuando la clase dominante maneja y gerencia su aparato económico y genera su universo simbólico a través de la cultura dominante. Todos los códigos y mecanismos de inclusión, exclusión, marginación y acceso al poder provienen de la interacción de la mecánica económica y la construcción cultural dominante. Paradigmas culturales construidos en base a un nivel selecto de consumo y a su relación con el poder y la producción y consumo de bienes. El aparato social se conduce por la dinámica económica y su construcción simbólica, la cultura.
Néstor García Canclini, en su libro: Diferentes, desiguales y desconectados aborda el tema de los niveles culturales y nos propone: ”La diferencia entre los niveles culturales se establece por la composición de sus públicos (burguesía, clases medias y populares) por la naturaleza de las obras producidas (obras de arte, de entretenimiento y mensajes de consumo masivo) y por las ideologías político estéticas que las expresan (aristocratismo esteticista, ascetismo y pretensión, pragmatismo funcional). Los tres sistemas coexisten dentro de la misma sociedad capitalista porque ésta organiza la distribución desigual de todos los bienes materiales y simbólicos.”
Podríamos añadir a esto la presencia casi invisible de grupos humanos que no llegan ni alcanzan las caracterizaciones de las clases del último nivel inferior que según esta clasificación serían las clases populares. La población indígena, no llega a incluirse como clase popular. La población de niveles de menor mestizaje, las llamadas poblaciones originarias, los indios, llámense campesinos, selvícolas, amazónicos, o poblaciones étnicas aborígenes desconectadas del aparato social y los códigos sociológicos que los incluyen en los proyectos nacionales democráticos o sus variantes y aproximaciones. Es la población indígena que sobrevive como diferente, desigual, “invisible” y desconectada a la vez. En muchos casos sin registro ciudadano, indocumentados en su propio territorio, sin títulos de propiedad ni licencia alguna. Simplemente son “invisibles” a la organización estatal. Y aunque tuvieran todo ello, son ciudadanos de “segunda o tercera clase” como los denominara un gobernante peruano en una de sus frases que lo retratan de cuerpo entero.
Las poblaciones de las comunidades indígenas de América del norte, centro y sur, los pobladores de las selvas tropicales y del amazonas son los grupos humanos que sobreviven en su propia forma de resistencia de ecosistema cada vez más estrecho y ahora amenazado por la cara más agresiva del capitalismo salvaje. Gran parte de las poblaciones amazónicas fueron las que tuvieron que ser “Limpiadas” a punta de Napalm de sus territorios para dar paso a las grandes empresas transnacionales en los años sesenta que llevó el gran capital al Brasil, en el gobierno militar más represivo de su historia. Este episodio ha tenido muchas modalidades en la historia de América, desde el exterminio y saqueo español desde el siglo XVI, acompañado de la destrucción de sus universos simbólicos a través de empresas ideológicas y militares. En el Perú del SXVI y XVII se llevó a cabo un operativo denominado “Extirpación de idolatrías” para destruir cualquier vestigio cultural y religioso ancestral. La empresa militar del saqueo material, fue paralela a la destrucción del universo simbólico encubierta por un proyecto religioso y civilizatorio. La masacre y exterminio de los pieles rojas por los colonos blancos en América del norte. La masacre de los amazónicos por los portugueses en el Brasil. Posteriormente en el siglo XIX e inicios del XX se inicia el gran despliegue de inmigración europea a la Argentina, Uruguay, Paraguay y Chile. Los nuevos colonos europeos recibían entre los pertrechos y herramientas entregados por el estado, un buen lote de armas y municiones para un operativo encubierto inicial de “limpieza étnica” y exterminio racial de los indígenas, es así cómo las poblaciones originarias fueron disminuyendo progresivamente en estos países latinoamericanos.
El festín de los corruptos
Las comunidades andinas y amazónicas ahora están más amenazadas por la voracidad trasnacional en busca de agua, minerales, madera y espacios protegidos libres para la agroindustria depredadora, el crimen organizado y el narcotráfico en un panorama apocalíptico de colapso inminente del balance ecológico planetario. La corrupción estatal generalizada a nivel global existe por que en principio existen los corruptores y ellos son los que forman los clubes de los países poderosos G7 G8 G10 o lo que se llame, en donde se crea y administra el gran capital y la gran empresa. El estado es el agente que viabiliza la presencia de la inversión a través de sus más variadas modalidades de gestión empresarial amañada, mafiosa y ventajista. Se distorsiona a favor del capital todo el aparato legal que regula los derechos humanos, los derechos laborales, la preservación del ecosistema, los derechos de las comunidades indígenas sobre sus territorios, la fuerza laboral, la seguridad social, los impuestos a las sobreganancias, las limitaciones a la polución industrial y desechos tóxicos. Los Lobbys activan su compra de concesiones y prebendas en las antesalas de congresos y palacios gubernamentales. Se pueden camuflar en leyes permisivas y atractivas al gran mercado y a la gran inversión industrial y financiera. Se puede comprar un país entero a trocitos, ya lo han hecho en muchos países latinoamericanos, los precios y tarifas de los premios, prebendas, comisiones de éxito o simplemente coimas a todo nivel, están previstas como gastos operativos en las grandes empresas inversionistas. Las comunidades ancestrales andinas y amazónicas estaban de alguna manera protegidas por leyes que están siendo desmanteladas y modificadas para permitir que territorios que fueron considerados inalienables, intransferibles e intangibles, se conviertan ahora en tierras de posible y simple compra y venta. Otro bocado apetitoso más para la avaricia depredadora. La vieja alianza del dinero sucio y el poder en acción. Esto que aparentemente es una bienvenida forma de modernización, encierra un dramático trasfondo de depredación ecológica global junto a la estrategia de un operativo de exterminio cultural. Las tierras comunales intransferibles pueden desaparecer como unidad ecológica geográfica y cultural, por lo tanto el sustento físico y simbólico de los grupos humanos que lo habitan. Las emancipaciones se alejan, las posibilidades de revertir la voracidad depredadora neoliberal se acentúa en su negación. La dinámica económica actual sólo es posible dentro de una carrera despiadada de lucro y extrema competición ventajista para el gran capital. El progreso de un país latinoamericano y su bonanza económica está ligado en gran parte a su alto nivel de corrupción estatal. La corrupción y el crimen organizado se convierten así en el omnipresente motor que hace marchar la economía de una nación. El mapa geográfico y económico de América Latina ha sido superpuesto por otro donde países enteros han perdido sus fronteras en una nueva configuración de poder del narcotráfico y el crimen organizado manejado desde la permisividad y complicidad oficial. La dinámica del poder paralelo del crimen de los cárteles se teje en una maraña de líneas de fuerza que atraviesa y maneja los mecanismos más visibles y recónditos de poder político y económico para su acción y prosperidad. La tristemente famosa “Escuela de las Américas” ha proporcionado oleadas de promociones de militares en toda América latina que han hecho el trabajo sanguinario más represivo y criminal de la historia de la región para resguardar los intereses de la inversión del gran capital. Muchos de los graduados por esa escuela, ahora convertidos en agentes y dirigentes del crimen organizado continental.
El arte de hoy y las nuevas emancipaciones
Las necesidades de emancipaciones han cambiado de espectro, a las libertades proclamadas en “La declaración de los derechos del hombre y el ciudadano” de la revolución francesa del SXVIII, que es la referencia occidental de todas las constituciones del estado democrático, se han sumado otras liberaciones urgentes y emergentes, ya que el poder y la corrupción, ahora más interdependientes que nunca, ha multiplicado sus formas de influencia y accionar, se ha camuflado y diversificado, la violencia y la sutileza de su dinámica lo hace más peligroso; los valores han sido desplazados por sus antónimos. Las libertades que nos reclaman también se han multiplicado. A las libertades políticas y económicas se han sumado las libertades en el universo simbólico creativo de la cultura. Valores extremos que comprometen la supervivencia del genoma humano y del planeta como fuente de vida y espacio habitable por seres vivos. La dinámica social en marcha ha convertido a todos los paradigmas humanos en espejismos irresponsables donde la critica y la independencia de criterio no existe más que para alimentar funcionalmente el triunfo y el éxito de la opción menos humanista, más irresponsable y malsana. Los medios masivos han sido capturados por grupos de poder que han convertido en ejemplos sociales y estéticos todo aquello que ayuda a convertir al ente social, a la población en su conjunto, en un rebaño irreflexivo, hipnotizado y adicto al racismo, a la estupidez, la vulgaridad, al consumismo compulsivo, al morbo y al arribismo. La educación convertida en mercancía y la cultura desatendida por el estado, arrinconada con presupuestos ridículos. Estamos en manos de los empresarios que sólo persiguen el lucro y trepar en el “rating”; el estado sin política cultural, o ésta abandonada a su suerte.
Por fortuna, el arte es uno de los baluartes donde podemos ejercer nuestra acción creativa, cuestionadora y correctiva. Todavía es un espacio efectivo de acción donde el concepto y la creatividad están por sobre el poder. El arte es nuestro terreno de acción. Nuestro alimento es la vivencia atenta, vigilante e intensa, nuestra obra recoge la huella de nuestra época y la convierte en símbolo. Nuestra sensibilidad y poética es nuestro capital, nuestra maestría de oficio es nuestra herramienta de expresión. La creatividad estética siempre ha sido alimentada por la vigilia del corazón y de la razón. Vigilia para actuar y ejercer nuestro derecho de experimentar las facultades humanas que nos enriquecen y nos hacen libres, autónomos, creativos gozosos y solidarios, amantes de la ética y los valores. Vigilancia para no dejarnos embaucar por publicistas y gobernantes corruptos. Nuestra cadena emancipatoria como artistas y gente del arte deberá dinamizar nuestras liberaciones para enriquecer nuestro ejercicio artístico que va perdiendo cada vez más su trascendencia y brillo. Los excesos teóricos de un conceptualismo narcisista con explicaciones y reflexiones textuales hipertrofiadas interminables vienen alentando una actividad artística con discursos autistas y maniáticos cuando no banales, desechables e inocuos. El arte tiene ahora una impresionante actividad para producir eventos y obras intrascendentes de baja o nula intensidad en muchos casos con fijaciones estériles. El arte todavía no ha podido digerir o fagocitar positivamente aquello que alguna vez era su antípoda y se aventuró a incluirlo en su lenguaje: el kitsch, la vulgaridad, el morbo, la huachafería, el adefesio y la mediocridad; más por el contrario ha sido invadido y en muchos casos desplazado por todo ello. Estamos rodeados e invadidos cada vez más por “obras de arte” que deben ser “sustentadas” o explicadas por sesudos curadores, críticos y especialistas; el pobre espectador común y corriente está desamparado frente a tales genialidades. Los grandes eventos artísticos de nivel mundial como las bienales de Venecia y Kassel también han sido invadidas y plagadas de obras de muy dudoso valor, gracias a la gestión de férreos círculos de curadores fundamentalistas. El público se aburre en esos eventos y huye de salas plagadas de obras de principiantes que muestran sus balbuceos aspirantes a las artes digitales y a las artes conceptuales. Hay mucho de entropía y falsedad en todo esto. Añadido a todo ello, y justamente por eso, es notoria la omnipresencia de un nuevo personaje reinventado y reciclado en nuestros días: El Curador, el curador como creador-manipulador de rumbos estéticos y su creciente poder de influencia en el ámbito del arte contemporáneo. Claro que hay curadores y curadores, hay de los buenos y de los otros, y de todos los pelajes. En muchos casos nefastos y esperpénticos. Quizás debamos librarnos de la presencia ambigua y de la influencia de algunos curadores y sus excesos. Muchos de ellos son capaces de armar bienales completas con ocurrencias banales de artistas que no tienen obra y pueden llenar salas inmensas con desechos e ideas ridículas.
Los catálogos son cada vez más voluminosos, mejor diseñados y escritos en un metalenguaje indescifrable pero su contenido es tan chato, carente de interés que hace del objeto un bodoque totalmente desechable. Con contadas excepciones estas mega exposiciones se convierten en eventos mediáticos muy bien cubiertos por los medios como evento social que potencia su frivolidad e intrascendencia. Hacemos un arte cada vez más enfermizo, menos alegre, menos bien hecho, más sicópata, aburrido, envilecido, morboso y tontolín. Muchos de ellos más parecen informes clínicos para el interés del siquiatra del artista o para el historiador del arte que ya no tiene nada que historiar. Arte para tontos por la obviedad de sus intenciones. Arte sin encanto ni magia, arte desechable, arte chatarra, frívolo e intrascendente, arte charlatán. Arte más ligado al entretenimiento y en el mejor caso al ingenio que al talento. Quizás debamos empezar una emancipación de los paradigmas estéticos globalizados que van por ese camino, una especie de callejón sin salida. Quizás debamos aprender la hermosa lección de frescura, vitalidad, espontaneidad, júbilo alegría y humor de nuestras artes populares. Quizás podamos nutrirnos aún de las experiencias vitales en la ritualidad festiva de la vida de los pueblos originarios, de su respeto y hermosa relación umbilical con la madre tierra y la naturaleza, podemos aprender de la solidaridad y complicidad humana de las clases marginales y sus manifestaciones estéticas y vitales. Quizás tengamos que cuestionar seriamente nuestra dinámica y nuestros códigos de reconocimiento del valor de nuestro campo y ámbito en las artes que practicamos. Somos herederos de un inmenso, sofisticado y exquisito legado cultural; no somos los desamparados hijos de Eva en este valle de lágrimas, somos el producto de una riquísima, impura e híbrida cultura, seamos dignos de ella, alimentémonos de sus raíces y reconectemos nuestro talento con una energía creativa renovada y atenta a la modernidad, a sus valores desvalores y tentaciones. Nutrámonos de esa savia ancestral y enriquezcamos nuestro lenguaje con los favores y ventajas de la tecnología. Ingresemos en la tecnología, no como aficionados irresponsables sino con aspiraciones de virtuosos para que nuestros proyectos accedan a un nivel respetable. Somos los que creamos y creemos en el arte como posibilidad de goce y acción creativa, de sabiduría crítica y vivencia humana independiente exquisita y vigilante de todo aquello que consideramos valioso, superior y delicado del hombre. No somos los infrahumanos a quienes se dirigen nuestros medios masivos de comunicación.
Texto de la ponencia presentada por Jesús Ruiz Durand en el Simposio Internacional en Estética y Emancipación: “Fantasma, Fetiche, Fantasmagoría”. Organizado por El museo Universitario de Arte Contemporáneo de la UNAM, University of California Humanities Research Institute y el Museu D’Art Contemporani de Barcelona. En Octubre del 2010 en Ciudad de Méjico DF.