domingo, 15 de enero de 2012

Andrés Avelino Cáceres: 15 de enero de 1881

Por Delfina Predes

Coronel Andrés Avelino Cáceres e Iglesia de San Pedro (Fotos: Courret Hermanos)


El dia 13 de enero a las 10 de la mañana, en el atrio de la Iglesia de San Pedro en el Jirón Azángaro, en Lima, la Orden de la Legión del Mariscal Cáceres rindió homenaje al Mariscal Andrés Avelino Cáceres y a los caídos en las batallas de San Juan y Miraflores el 13 y 15 de enero de 1881. En esos dolorosos episodios, el ejército y pueblo peruanos ofrecieron heroica resistencia para evitar la caída de la capital del Perú.
   La Orden de la Legión del Mariscal Cáceres ha elegido, para tal Acto, ese espacio histórico que nos recuerda un suceso poco divulgado.
   El 15 de enero, el coronel Andrés Avelino Cáceres con un reducido número de combatientes, permaneció en la Quebrada de Armendáriz hasta el anochecer y herido, sin municiones, se vio obligado a abandonar el campo de batalla de donde fue conducido a la ambulancia que para atender heridos habían instalado los sacerdotes jesuitas en el convento de San Pedro.
   El día 17 llegaron hasta ese lugar soldados invasores preguntando por él. Temiendo que lo tomaran prisionero, tanto los médicos como enfermeros lo negaron. Ante la exigencia de ingresar para cerciorarse, el padre superior de los jesuitas lo escondió en su celda.
   Existe una placa que recuerda ese acontecimiento providencial, merced al que se pudo preservar la vida de quien, desde La Breña, sostendría una campaña heroica de resistencia manteniendo en alto la dignidad de la Patria.
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La Orden de la Legión del Mariscal Cáceres ha convocado hoy a esta sencilla ceremonia para conmemorar uno de los acontecimientos más conmovedores ocurridos en defensa de Lima, capital del Perú, los días 13 y 15 de enero de 1881. Constituye pues un acto de admiración al coronel Andrés Avelino Cáceres y de reconocimiento a los sacerdotes jesuitas, protagonistas del hecho.
  
La noche del 15 de enero de 1881 el terror se había apoderado de la ciudad. No había hogar, establecimiento comercial, institución pública, albergue, convento o templo religioso que ofreciera garantía contra el despojo, el allanamiento, el abuso y la muerte que a su paso dejaba la horda invasora. ¿Era exagerado ese temor? ¿Qué había sucedido para que los habitantes de la tres veces coronada ciudad sucumbieran al espanto?

Una larga cadena de hechos luctuosos, de heroísmos quiméricos, de entregas incondicionales al servicio de la Patria, pero también de mezquina vanidad y hasta de traiciones se habían sucedido desde el 5 de abril de 1879. Pero el repase de los heridos, la invasión de los pueblos, ciudades y villorrios en Tarapacá, Tacna y Arica, estaban a miles de kilómetros de la capital.

Hasta que al amanecer del 13 de enero de 1881 la invasión se hizo presente.

Esa misma noche, un gigantesco incendio se reflejaba en las aguas del Mar de Grau. Y podía ser observado desde distintos lugares de Lima. Producto del saqueo, embriaguez y vandalismo de las tropas invasoras, Chorrillos era presa de la más abominable conducta.

El holocausto había empezado a escasas cuatro horas de iniciada la batalla.

La defensa había sido dirigida por el Dictador Piérola que, contra el criterio de los jefes militares, dispuso una larga línea de catorce kilómetros cubierta por menos de dieciséis mil hombres que dejaba enormes espacios libres.

El Morro Solar –que sí había sido convenientemente equipado– estaba a cargo del General Miguel Iglesias Ministro de Guerra, que comandaba el Primer Cuerpo del Ejército. Luego de un largo trecho sin defensa, estaba el Cuarto Cuerpo del Ejército a cargo del Coronel Andrés Avelino Cáceres. Es por este espacio que ingresa el invasor y empieza a atacar por la retaguardia, sorprendiendo de tal manera que el Coronel Ayarza, también del Cuarto Cuerpo, cree que es Suárez, jefe de la retaguardia quien alevosamente está atacando. Cáceres lo saca de su error. Se entabla una violenta refriega contra el frente y la retaguardia, hasta que la inferioridad en número y armamento le hacen ceder alguna posición. Requiere entonces la intervención de Suárez y su Reserva General, pero éste responde que por órdenes del Dictador no puede hacerlo y que más bien de inmediato debe dirigirse a Chorrillos, como en efecto lo hace.

Cáceres desbordado por el número y armamento del invasor, con su línea totalmente destrozada, y sólo con el apoyo de sus ayudantes recluta doscientos soldados con los que se dirige al Morro, donde se observa aún enfrentamientos. En el camino se encuentra con Suárez, quien le informa que el Morro ya ha sido tomado alrededor de las diez de la mañana cuando Iglesias es apresado. Los enfrentamientos que se observan son de los invasores entre sí por obtener prendas de valor, ropa y hasta botas de los muertos y heridos.

Cáceres no ceja en su empeño y hacia el Morro va, enfrentándose con algunos grupos de la horda devastadora. Providencialmente, llega el Capitán de Fragata Leandro Mariátegui aportando un cañón, y esto da nuevo impulso a su ataque pero el número de invasores se acrecienta minuto a minuto lo que hace inútil prolongar la lucha. En sus Memorias, Cáceres expresa:

“Sin esperanzas de recibir ningún refuerzo y con soldados que comenzaban ya a flaquear, resolví interrumpir el combate. Anochecía el 13 de enero y dí por terminada mi tarea de recoger dispersos en los campos cercanos a Miraflores. Nuestro empeño no fue infructuoso, pues logramos reunir más de dos mil quinientos hombres de los derrotados en San Juan. Las fatigas y emociones del día me hicieron sentir la necesidad de descansar. Desmonté, tendí mi capote en el suelo y me acosté un momento.”

El descanso es breve. Chorrillos es un infierno. La desorganización y embriaguez del ejército invasor despiertan en Cáceres la necesidad de dirigirse allí, con los soldados que ha reunido. El general Silva se entusiasma con la arriesgada tarea que propone Cáceres, la comunica al Dictador y Jefe Supremo Piérola, que la desestima juzgándola irrealizable.

Llega el 15 de enero y la experiencia de los dos días anteriores hacen presagiar lo peor.

Cientos de ciudadanos en Barranco y Miraflores abandonan sus casas para salvar la vida de mujeres, ancianos y niños. Los mayores y aún adolescentes se han enrolado en el esfuerzo final para impedir la afrenta innombrable, la destrucción de la ciudad.

Muchas provincias han acudido a la convocatoria, y miles de indígenas llegados de las serranías empuñarán un arma de fuego por primera vez, o se enfrentarán con una huaraca, una macana o una simple bayoneta.

El 14 de enero y gracias a la intervención decidida del cuerpo diplomático acreditado en Lima, se pacta la suspensión de hostilidades hasta las doce de la noche del 15 de enero.

Sorpresivamente, a las dos de la tarde del día 15 de enero los invasores inician el ataque.

Nuestro diezmado ejército y el pueblo salen a ubicarse en los emplazamientos que apresuradamente se les había señalado.

Mil páginas de heroísmo se escribieron en los reductos donde artesanos, obreros, mercaderes, médicos, abogados, negociantes, hacendados acudieron para combatir.

Estudiantes y egresados sanmarquinos, conformaron el Batallón Carolino.

Pero la lucha se acentuó en el lado derecho de la defensa, donde Cáceres había acomodado desde el 14, las tropas del Primer Cuerpo del ejército. Con él hizo retroceder dos veces al enemigo, sus jefes no dejaron de batallar sino cuando cayeron muertos como los heroicos marinos Juan Fanning y Carlos Arrieta. El refuerzo de los invasores no se hizo esperar. Una y otra vez los batallones Jauja y Concepción, también rechazaron el ataque que ya se había prolongado hasta la Quebrada de Armendáriz. Lo que se necesitaba para hacer retroceder definitivamente al invasor era un refuerzo, pues ya las balas estaban quedando agotadas y los heroicos defensores ofrendaban en grupo sus vidas.

¿Cómo olvidar entonces nombres de los jóvenes sanmarquinos José Torres Paz, Eduardo Lecca y Augusto Bedoya que habían acompañado al héroe desde las batallas de San Francisco, Tarapacá y Tacna! Cáceres recibe un balazo en la pierna y Torres Paz cae muerto.

Como anota Congrains: “Refuerzos, a ello se limitaba la diferencia entre la vida y la muerte, entre la victoria y la derrota”.

Una vez más los refuerzos nunca llegaron. Obedeciendo los comandantes las órdenes del Dictador algunos batallones no soltaron ni un disparo. La noche descendía. En el campo de batalla sólo el postrer gemido de los moribundos se escuchaba. El espectáculo era desolador. Volvemos al relato de Cáceres:

“Quebrantada la resistencia y abrumados por el fuego enemigo ya no fue posible contener la dispersión de mis diezmadas tropas. Solo, con la pierna atravesada por el balazo recibido y mi caballo también herido, hube de abandonar el campo.”

Seguramente, el dolor de la herida le es más llevadero que la frustración de ver aniquilados todos sus esfuerzos, la impotencia infinita de sentir a la Patria destrozada. Organiza en un esfuerzo supremo la protección de los heridos y muertos, pues todo el campo estaba cubierto de cadáveres que los invasores iban pisoteando. Los temibles corvos invasores iban aniquilando a los caídos. Cáceres avanza dificultosamente entre las sombras, El comandante Zamudio lo reconoce y consigue vendarle la pierna con un pañuelo y alcanzarle un poco de agua en su quepí. Pero Cáceres no admite la derrota definitiva y cuando llega al Parque de La Exposición y un grupo de soldados se agrupan a su alrededor pidiéndole a gritos ponerse a la cabeza para seguir la lucha, su decisión está tomada, para ello necesita preservar su vida, y el invasor no tardará en buscarlo para hacerlo prisionero. Con ayuda del capitán Barreda se dirige a la ambulancia de San Carlos que está más próxima. La cantidad de heridos es enorme, los médicos apenas se dan abasto.

En su casa de San Ildefonso, Antonia Moreno, su esposa, ha transitado en vilo en estos días. Protege la vida de sus hijas y a medida que pasan las horas crece su agonía temiendo por la vida de Cáceres. Recurre al estimado capitán José Miguel Pérez que comienza a buscarlo por todas las ambulancias. Lo ubica, advierte que las condiciones son precarísimas y tomando todas las precauciones, lo conduce a la enfermería de San Pedro, donde el doctor Belisario Sosa se encarga de su curación. Allí estaban también siendo atendidos sus ayudantes Bedoya y Joaquín Castellanos.

Cuando el 17 ingresan los invasores a Lima empiezan a buscar a Cáceres por todas las ambulancias y puestos de socorro. Llegan a San Pedro. Éste es el relato que él nos deja en el libro de sus Memorias:

“En San Pedro, el personal de servicio negó mi estancia allí, temiendo me tomaran prisionero. Al día siguiente volvieron dos altos jefes diciendo que me querían saludar en nombre del general Baquedano quien me ofrecía toda clase de garantías. El jefe y personal de la ambulancia agradecieron cortésmente el saludo y los invitaron a pasar donde se atendían los heridos, haciéndoles ver que yo no me encontraba en ese lugar. Los jefes chilenos satisfechos con las atenciones recibidas se retiraron. Pero entre tanto se me había ocultado en la celda del Padre Superior; a su bondad y celo debí el no haber sido prisionero del enemigo”.

Así que San Pedro, este espacio que con cariño y gratitud destacamos hoy, no sólo sirvió para cautelar la vida del héroe, sino que contribuyó a que entre sus claustros se fuera gestando en la mente de nuestro héroe la Campaña de Resistencia en La Breña, inmensa tarea a la que convocó a miles de campesinos, soldados, oficiales y jefes que siguiendo su ejemplo, y el de doña Antonia Moreno, orgullo de mujer, lucharon y ofrendaron sus vidas por la dignidad de la Patria.

Lima, 15 de enero de 2012
 
ADAPTADO A PARTIR DEL ARTICULO UBICADO EN http://cavb.blogspot.com/

Los Mártires Peruanos de la Batalla de Miraflores que defendieron Lima el 15 de enero de 1881.- Ni olvido ni perdón para los genocidas y criminales de guerra chilenos

Segunda línea de defensa de Lima, ubicada en Miraflores. Escenas de la lucha en el Reducto No. 2 (Acuarela de Rudolph de Lisle)


Los Mártires de San Juan y Miraflores

Escribe Jorge Basadre

El número de los muertos entre los jefes peruanos llegó a ser extraordinario. En San Juan perecieron siete coroneles, entre ellos dos comandantes generales, tres jefes de batallón y un edecán del Dictador; siete teniente-coroneles; un número elevado a más del doble de sargentos mayores y, cuando menos, una cuarta parte de los oficiales subalternos.

En Miraflores la proporción de bajas fue mayor: diez coroneles entre ellos cuatro primeros jefes de batallón y un número igual de tenientes coroneles. Los tres generales que ejercían mando resultaron heridos. No expresa satisfacción el general Pedro Silva, jefe del Estado Mayor peruano, en su parte oficial, acerca de la conducta de la tropa en San Juan, salvo las que mandaron Iglesias y Recavarren. Ricardo Palma en una carta a Piérola afirma que en San Juan, batallones enteros arrojaron sus armas sin quemar una cápsula y fugaron y lo atribuye a que eran indios (8 de febrero de 1881).

En cambio, en Miraflores, la Reserva, formada por los vecinos de la capital, se batió heroicamente, singularizándose el batallón Nº 6, cuyos jefes primero y segundo Narciso de la Colina y el lambayecano Natalio Sánchez murieron; el Guarnición de Marina casi exterminado como se ha visto, con su jefe Juan Fanning; el Guardia Chalaca con su jefe el capitán de Fragata Carlos Arrieta también victimado.

Entre los muertos caídos en las dos batallas libradas a las puertas de Lima contáronse, además, Reynaldo de Vivanco y Juan Castilla, los dos hijos de los grandes caudillos. También los comandantes generales de sendas divisiones el puneño Buenaventura Aguirre y el ayacuchano Domingo Ayarza, este último de tan meritoria actuación pocos años antes en Chanchamayo; y José González, subjefe de la primera división de reserva, conocido por su porfiada defensa del Palacio de Pezet en 1865. Asimismo, cabe mencionar en la lista de las víctimas de estas infaustas jornadas a otros jefes militares como Pablo Arguedas, el autor del motín contra la Convención Nacional de 1857, Joaquín Bernal, Juan M. Montero Rosas, edecán de Piérola, José E. Chariarse, Julián Arias y Aragüez, hermano del héroe de Arica, José Díaz, Máximo Isaac Abril, antiguo prefecto que servía como edecán del Senado y combatió aunque estaba enfermo con pulmonía.

Entre los civiles uniformados estuvieron Narciso de la Colina, abogado, ex diplomático y constructor de ferrocarriles en Tarapacá; Manuel Pino, vocal jubilado de las Cortes Superiores de Puno y Lima y ex Rector de la Universidad de Puno, prefecto y diputado; los jueces de letras de Tumbes e Iquique, José Manuel Irribaren y José Félix Olcay; el secretario de la Junta Central de Ingenieros, Francisco Ugarriza; el contador del Tribunal Mayor de Cuentas, Natalio Sánchez, ya mencionado; el oficial mayor de la Cámara de Diputados José María Hernando, de Huanta, sobrino del general Iguaín, llamado por José María Químper el “puritano liberal”; Francisco Javier Fernández, también empleado de aquella Cámara que dejó diez hijos huérfanos; los dos hermanos Adolfo y Luis de La Jara, uno empleado de la Aduana y el otro empleado de banco, los dos hermanos de los Heros, Ramón y Ambrosio, el primero oficial mayor del Ministerio de Gobierno; Francisco Seguín, de sesenta años jefe de sección en la misma oficina; José María Seguín de 18 años; Manuel María Seguín, su hermano paterno; Samuel Márquez, ex cónsul en Chile y hermano de José Arnaldo; Francisco Javier Retes, dueño de una cuantiosa fortuna, voluntario del Huáscar, prisionero en Angamos y combatiente en San Juan; Pablo Bermúdez; Ramón Dañino; comerciantes como Mariano Pastor Sevilla; Manuel Roncavero, Enrique Barrón, Bartolomé Trujillo, Emilio Cavenecia, José G. Rodríguez, Ismael Escobar; profesor del Colegio de Guadalupe; la Universidad y la Escuela de Ingenieros; Saturnino del Castillo que enseñaba en varios planteles de Lima, era autor de difundidas obras didácticas y rindió su existencia vivando al Perú; periodista como Mariano Arredondo Lugo, cronista de La Opinión Nacional y Carlos Amézaga, cronista de La Patria; J. Enrique del Campo; presidente de la Sociedad de Artesanos; el tipógrafo Manuel Díaz, el obrero Juan Olmos; el empleado del ferrocarril trasandino Fernando Terán; el mecánico César Lund.

De la generación más nueva sucumbieron, entre otros muchos, Enrique y Augusto Bolognesi, hijos del héroe de Arica; José Andrés Torres Paz, el joven chiclayano legendario en el Perú que había paseado el estandarte carolino entre el humo y el estruendo de San Francisco y de Tarapacá, de Tacna y de San Juan; Enrique Lembcke que dejó a su tierna novia destinada a seguirlo loca a la tumba; el adolescente Carlos Fernán González Larrañaga; Felipe Valle Riestra y Latorre, articulista inteligente de La Opinión Nacional que a los veintidós años llevó la espada enarbolada por su tío político Guisse y probó ser digno de ella; Hernando de Lavalle y Pardo, veintidós años, hijo del diplomático cuya gestión intentó detener la guerra y más tarde celebró la paz; Toribio Seminario, de diecisiete años, muerto con su hermano Alberto de dieciocho, abrazados a la bandera; Juan Alfaro y Arias, alumno de Letras y de Ciencias Políticas y contador del Huáscar el 8 de octubre de 1879; Genaro Numa Llana y Marchena, combatiente en las dos batallas; niños como Alejandro Tirado, Grimaldo Amézaga, que sólo contaba quince años y era hermano de Carlos Germán, presente en Miraflores; Biviano Paredes; huaracino de dieciséis años, Emilio Sandoval, de catorce años y Manuel Bonilla de trece. Otro de los muertos en San Juan fue, a los veintidós años, con el grado de sargento mayor Enrique Delhorme que, siendo niño, se distinguió en el combate del 2 de mayo de 1866 en el Callao, por lo cual el Congreso, mediante la resolución de 18 de noviembre de 1868, le concedió una beca en uno de los colegios del Estado y una pensión mensual.

Símbolo del heroísmo de los cabitos, alumnos de la Escuela de Clases, fue Braulio Badani Suárez, muerto en Miraflores, herido en San Juan después de haber hecho las campañas del sur.

Al año y once meses de haber sido herido en la batalla de Miraflores falleció el general Ramón Vargas Machuca que había combatido como soldado en esa acción.

Uno de los dramas de las viudas después de San Juan fue el de Domitila Olavegoya de Vivanco, casada con Reynaldo de Vivanco, famosa por su belleza, por su fortuna y por su alcurnia. Domitila Olavegoya encargó que buscaran el cadáver de su esposo, hijo único del general Manuel Ignacio de Vivanco. Fue hallado en la misma fecha del fallecimiento de su madre, Manuela Iriarte de Olavegoya, muchos días después de la batalla.

Obra citada
Basadre, Jorge. 1968-70. Historia de la República del Perú. 6ta. Ed., Tomo VIII, Lima: Editorial Universitaria, páginas 311-314.

BAJADO DE http://cavb.blogspot.com/2012/01/los-martires-peruanos-que-ofrendaron-su.html#!/2012/01/los-martires-peruanos-que-ofrendaron-su.html

9 de enero del 2011: A 130 AÑOS DE LA BATALLA OLVIDADA DE LA RINCONADA

Por: Francisco Pantigoso Velloso da Silveira

Abogado y Director del Instituto de Estudios Históricos del Pacífico
Nuestra historia está plagada de sucesos olvidados. La batalla de la Rinconada es uno de ellos. Se desarrolló en lo que hoy es Molicentro de La Molina y sus alrededores, pero casi nadie conoce de ello o ni lo recuerda. Este lunes 9 se cumplen 130 años de esta gesta.

Se cuenta de que en la Rinconada de Ate se encontraba desde el 4 de enero de 1881, el coronel peruano Mariano Vargas con una fuerza de 340 soldados, compuesta por los hacendados y pobladores de la zona armados con viejos rifles Minié y piezas de artillería. Vargas dispuso asimismo su artillería en el cerro Vásquez.

El 9 de enero de 1881, a las 7 y 45 a.m., la división chilena del coronel Orozimbo Barbosa llegó a Pampa Grande (hoy Musa y La Planicie) después de una marcha por la quebrada de Manchay desde Pachacámac (en este último se habia instalado el campamento chileno) con una fuerza de más de 2,000 soldados aproximadamente, armados con modernos fusiles Grass de fabricación francesa y con 4 piezas de artillería de campaña. Su propósito era hacer creer a los peruanos que se intentaría flaquearlos por ese lado del dispositivo de defensa de Lima. Como se sabe, finalmente se atacó Lima por San Juan y Miraflores (los días 13 y 15 de enero de 1881), en forma paralela al mar y bajo el apoyo de la fuerza naval.



Estas fuerzas chilenas habían salido el día anterior de Pachacámac y llegado a través del angosto camino de la quebrada de Manchay (15 kms aproximadamente), sin encontrar ningún obstáculo en el mismo, fuera de las fallidas "bombas automáticas" o minas que Piérola había mandado sembrar y recién el día 6 de enero se habían terminado de instalar.

Las fuerzas peruanas en ese sector estaban -como se indicó- al mando del coronel Mariano Vargas, jefe superior militar de La Rinconada de Ate y constaban de la columna PACHACÁMAC, al mando del coronel temporal Manuel Miranda quien era un hacendado de la zona, con aproximadamente 160 hombres de infantería cívica, un pelotón de algo más de 30 hombres llamado "compañía guerillera" al mando del mayor temporal Francisco Vargas y montados los llamados “aguilillos” o caballos de paso, 100 hombres de a pie de la primera brigada de caballería al mando del teniente coronel Gurmecindo Herrada de los cuales sólo 25 estaban armados y 50 montados de la tercera donde parece que sólo 25 al mando del mayor Arguedas entraron en acción. A la retaguardia quedaba la batería del Cerro de Vásquez con piezas de grueso calibre.

Además se contaba como obra defensiva con una línea de defensa tendida a 100 metros de la casa hacienda de Melgarejo (hoy la sede central del Banco de Crédito), que cerraba todo el acceso al valle de Ate, pues estaba flanqueada a ambos lados por sólidas prominencias donde se planeaba instalar artillería.

Vargas empezó la obra el 5 de enero y el 11 debía estar concluida; contó con la dirección del capitán de ingeniería Lucas Pedraza, quien usó a la tropa de la columna PACHACÁMAC a falta de peones o unidades de ingeniería. La línea consistía de una zanja de 2 metros de ancho por 1 y medio de profundidad, y de un parapeto de sólida piedra de cantería ubicado un metro detrás de la zanja, capaz de cubrir completamente a los soldados. Más o menos seguía una recta entre lo que hoy son el cementerio de La Planicie y el parque del cañón de La Rinconada.

El coronel Vargas solicitó al Estado Mayor en varios telegramas artillería, aparatos eléctricos, alambres y peones de construcción, para acelerar los trabajos y robustecer la defensa con piezas de artillería de montaña en las elevaciones y de campaña en el llano, tras la línea de defensa, y con una red de minas (más propiamente cargas de demolición, porque explotarían a voluntad); lamentablemente estos pedidos fueron desatendidos o llegaron a destiempo.

La historia cuenta que Vragas tuvo noticia de la venida de la división enemiga a eso de las 5 a.m. (más de 2 horas antes de que se trabase el combate), que confirmó por la detonación de algunas "bombas automáticas", y por más que pidió refuerzos a la Reserva, estos no se movilizaron sino hasta muy tarde. Mientras tanto los chilenos ganaron sin oposición las alturas de la línea de defensa, flanqueándola por derecha e izquierda (por donde hoy está el cementerio Jardines de la Paz). Iniciaron el ataque con fuego de artillería, y posteriormente la caballería abrió fuego desde las alturas. La columna PACHACÁMAC resistió por 2 horas hasta que la caballería flanqueó por el cerro de Melgarejo (o Huaquerone) y amenazó con caer por la espalda de la línea peruana, con lo que Vargas, para impedir que su tropa fuera acuchillada sin misericordia, dio la orden de retirada.

Hizo su aparición en esas circunstancias la brigada de caballería del comandante Millán Murga, que participó así en la última media hora del combate. El enemigo se apoderó de la hacienda Melgarejo, del cerro de la Hacienda la Molina (debe ser el que hoy divide los distritos de Surco y La Molina) y persiguió a los dispersos del PACHACÁMAC y de los 50 hombres montados de la tercera brigada de caballería, operación en la que tomó varios prisioneros. Vasquez se refugio en Vasquez.

Como se recuerda, por el lado chileno, el coronel Barboza despachó a los "Granaderos" a determinar si existían minas frente a las posiciones peruanas, estos pronto volvieron trayendo la noticia de que la vía se encontraba limpia, desplegó entonces Barboza a la compañía del 1° de Línea "Buin", fijándoles como objetivo tomar por asalto una quebrada entre dos cerros, ordenó emplazar dos piezas de artillería a fin de cubrir a la infantería y a tres compañías del 3° de Línea tomar los cerros de los flancos de las posiciones que debían atacar los del "Buin", dejando a la demás tropa en reserva: Las tropas avanzaron contra las posiciones peruanas realizando "fuego en avance", es decir separados en dos líneas, la primera de ellas dispara rodilla en tierra, efectuada la descarga la línea completa se arroja al suelo, avanzando entonces la segunda línea que a unos metros de la primera realiza la misma operación. Rápidamente y con pocas bajas las tropas chilenas desalojan las trincheras, uniéndose los del "Buin" y del 3° en el llano, Barboza hace avanzar a sus reservas a los cerros desalojados, es en ese instante cuando aparecen refuerzos de caballería peruanos que se lanzan contra los chilenos a fin de proteger el repliegue de la infantería y darles tiempo de reagruparse, una compañía del 3° abre fuego sobre ellos, pero el comandante de la compañía duda a la hora de atacar a los jinetes peruanos, es entonces que con gran iniciativa el Alférez de "Granaderos" Vivanco, ordena a sus hombres cargar, y con gran maestría los jinetes chilenos realizan la carga causando muchas bajas entre los peruanos que abandonan el combate replegándose con la protección de su artillería. Los chilenos sufrieron la pérdida de once hombres, un muerto y diez heridos, las bajas peruanas a pesar de no estar del todo comprobadas, pueden fijarse en una veintena, caídos en su mayoría en la carga de Vivanco.

Se cuenta que en algún punto del combate, el coronel Miranda hizo soltar a sus 300 toros de lidia, únicos en el Perú por entonces, con cuya estampida entraron en pavor los chilenos.

Al avanzar la división enemiga a la haciendas de La Molina y Melgarejo, penetró en el sector de tiro de las piezas de la batería de Vásquez, que inmediatamente rompió fuegos con todo éxito, pues la caballería enemiga volteó bridas. En Melgarejo el enemigo capturó al mayordomo inglés , ingeniero Murphy, quien había trabajado en el tendido de la línea del ferrocarril, por lo que tenía planos de toda la zona y dio datos precisos sobre la ubicación y número de las fuerzas peruanas.

Así, hacia la 1 p.m. del 9 de enero de 1881, el enemigo se retiró por la Pampa Grande. Del lado peruano hubo 7 muertos, incluso un oficial, y ocho heridos. Del chileno 1 muerto y 10 heridos.

En su parte de combate, Vargas destacó el valor de Miranda, Herrada, Murga, Arguedas, Pedraza y el mayor Vivanco y a todos los jefes y oficiales de la columna PACHACÁMAC

Recibido a través de historiadelperu@yahoogroups.com

Huacho en la Gurra con Chile

HISTORIA DE DOMINGO MANDAMIENTO SIPAN


Domingo Mandamiento Sipán, nacido un 20 de Diciembre del 1855 en el Barrio antiguo “Barrio de Chaquila” de la ciudad de Huacho, capital de la Región Lima, es un digno hijo de la clase obrera patriota que durante su vida supo estar a la altura de las circunstancias ante el llamado patrio y ante la defensa territorial frente a los invasores chilenos sin importar su propia vida.

Que, en efecto, Domingo Mandamiento Sipán respondiendo al llamado de su asociación, la Sociedad de Artesanos de Protección Mutua fundada allá por los años de 1870, según refiere el Profesor Filomeno Zubieta, se presentó como voluntario de guerra junto a otros patriotas huachanos que fueron convocados para la defensa de nuestra Patria invadida por los Chilenos en la infausta Guerra del Guano y del Salitre del siglo XIX.

Que, la respuesta de Domingo Mandamiento Sipán frente al llamamiento de una organización germinal del proletariado peruano llena de orgullo a la Patria pues lo hacía pese a la humildad de su hogar demostrando un desprendimiento que debe ser un ejemplo a seguir cuando se trata de defender a la Patria donde no caben intereses personales ni egoístas.

Que, siendo ya soldado del Batallón La Mar de la Tercera División del Centro de nuestro Ejército Peruano participó en la defensa de la Pampa de San Juan cuando los chilenos llegaban a la capital de la República.

El 13 de Enero de 1881 cuando las frágiles tropas peruanas se enfrentaron a un ejército chileno moderno pero rapaz y saqueador, Domingo Mandamiento Sipán tuvo ese coraje que pocos tienen hoy en día de defender el Estandarte Patrio y es que el patriota huachano tuvo el coraje de evitar que nuestro Estandarte cayera en manos de los chilenos.

Su proeza, sin embargo, no quedó allí pues el héroe huachano arriesgó su vida en ese mismo momento salvando al Sub-Teniente abanderado Gerlen quien portaba nuestro Estandarte Patrio, resaltando así ese espíritu solidario que la clase proletaria siempre exhibe en momentos de grandes epopeyas. Gerlen, era otro huachano de la Sociedad de Artesanos de Protección Mutua de donde también provenía Domingo Mandamiento.

Actos heroicos que merecieron que el Héroe de la Breña, Mariscal Andrés Avelino Cáceres, le confiriera la clase de Sub-Teniente Abanderado del Batallón Huacho Nº 17 de la Guardia Nacional un 10 de Setiembre de 1888.

Estas proezas ni el grado otorgado por el héroe de La Breña hicieron mella de la humildad del héroe huachano pues, como refiere el diario El Amigo del Pueblo de Huacho al partir a las estrellas un 27 de Julio de 1913 dejó “a sus conciudadanos el recuerdo de sus virtudes cívicas, y a los suyos, a su familia, un nombre que tiene resplandores de gloria “ pero “ su esposa y sus seis menores hijos continuaron la vida de privaciones y falta de ayuda” según reseña el Profesor Filomeno Zubieta en su obra “Personajes en la Historia de Huacho”.

Esos actos heroicos de un hijo del naciente proletariado peruano como fue Domingo Mandamiento Sipán debe ser enaltecido permanentemente por los ciudadanos y sus Autoridades, especialmente de la Región Lima para que los jóvenes y estudiantes de nuestra patria tengan un claro ejemplo de vida a seguir en momentos que el sistema capitalista internacional pretende arrebatar a los peruanos su Estado Nación en aras de una presunta globalización que deja atrás a nuestros héroes y permite la invasión de nuestros territorios.

fuente: LINO A. CERNA MANRIQUE - Consejero Regional

Nota, La historia de Domindo Mandamiento lo recibi directamente de Agustin Pacora Mandamiento, primo hermano del Heroe, tampoco los parte de guerra manifiesta la conformacion del Escuadron Anchoveta, conformada por huachanos pescadores y chacareros que marcharon a defeder Lima.

Gracias Rodolfo Montes Velasquez

RECIBIDO A TRAVES DE http://www.facebook.com/?ref=tn_tnmn#!/notes/pedro-ventocilla/huacho-combati%C3%B3-al-invasor-chileno/327996723897708

Excavaciones demuestran que personajes de la leyenda Naylamp existieron

Sábado, 14 de Enero 2012

7:00 pm
Según la leyenda cuando Naylamp llegó con su gente por mar desembarcó en la playa y ordenó la construcción de un templo que llamó Chot.

Los personajes de la leyenda Naylamp sí han existido. Las excavaciones nos seguirán dando más sorpresas
Carlos Wester

95 hectáreas tiene el complejo arqueológico Huaca Chotuna Chornancap

El nieto de Naylamp
“Los personajes de la leyenda Naylamp sí existieron”, dijo el arqueólogo Carlos Wester La Torrre el viernes 13 de enero en una visita guiada hacia las excavaciones que se realizan en el complejo arqueológico Chotuna Chornancap, ubicado a 7 kilómetros al este de la ciudad de Lambayeque.

Sus frases aparentemente simples son frases que estremecerán a la historia y a la arqueología nacional, pues se está a punto de demostrar que lo que cuenta la leyenda sí sucedió hace siglos, y es que la tumba del gran sacerdote Chornancap, encontrada en octubre del 2011 sería nada más y nada menos que de uno de los descendiente directos del mítico Naylamp.

Los arqueólogos esbozan la posibilidad de que sea uno de los nietos de Naylamp, quienes fueron los que comenzaron a expandirse desde Chotuna hacia todas las direcciones cardinales.

Las muestras que fueron encontradas junto a los restos humanos son objetos cerámicos y metálicos procedentes de áreas cajamarquinas, piuranas, tumbesinas y ecuatorianas, lo que significa que el gran sacerdote Chornancap fue un jerarca macroregional.

La leyenda
Desde la escuela nos enseñan que la cultura Lambayeque fue fundada por el mítico Naylamp, quien habría llegado por mar encabezando una gran flota de naves que desembarcaron en playas lambayecanas. La leyenda dice que a menos de un kilómetro hizo levantar un templo que llamaron Chot, alrededor del cual se fue construyendo una serie de edificios con el paso de los años.

Y estos restos arqueológicos existen a 7 kilómetros al oeste de la ciudad de Lambayeque y allí los arqueólogos encabezados por Carlos Wester La Torre en los últimos 6 años han realizado interesantes hallazgos que están aportando mucho a la historia lambayecana y del Perú.

“Mucho se habla de la leyenda, pero se necesita documentarla arqueológicamente. Hay elementos culturales muy similares entre Chotuna y Batangrande y con las excavaciones se tratará de ver la correlación entre ambas”, señala el arqueólogo Carlos Wester La Torre, director del Museo Nacional de Arqueología Enrique Bruning y actual director de la Unidad Ejecutora Naylamp N° 005.

Del 2006 al 2011, los arqueólogos han logrado importantes hallazgos arqueológicos como el mural con frisos, la tumba de un jerarca rodeado de cuerpos de mujeres, palacios, templos y mucha arquitectura que mientras más abajo esté, demuestra más antigüedad.

Los arqueólogos tienen la esperanza de encontrar la tumba del mismísimo Naylamp. Por lo pronto, las palabras de Carlos Wester siguen retumbando. “Los personajes de la leyenda Naylamp sí existieron”.

Por: Juan Cabrejos

BAJADO DE http://www.rpp.com.pe/2012-01-14-excavaciones-demuestran-que-personajes-de-la-leyenda-naylamp-existieron-foto_440811_1.html#swfplayer

Texto inédito de Pierre Bourdieu: ¿Cómo se forma la “opinión pública”?

En: Pierre Bourdieu
15 Jan 2012

Vemos con agrado que Le monde diplomatique (Argentina) ha decidido sumarse a la conmemoración del décimo aniversario luctuoso de Pierre Bourdieu publicando al castellano ¿Cómo se forma la opinión pública? (original en francés "La fabrique des débats publics"), un breve artículo extraído de los cursos inéditos del sociólogo francés sobre el Estado (Sur l'Etat. Cours au collège de France 1989-1992.)

¿Cómo se forma la "opinión pública"?

Por Pierre Bourdieu

Un hombre oficial es un ventrílocuo que habla en nombre del Estado: toma una postura oficial —habría que describir la puesta en escena de lo oficial—, habla a favor y en nombre del grupo al que se dirige, habla por y en nombre de todos, habla en tanto representante de lo universal.

La opinión pública es la opinión de los que son dignos de tener una opinión.Aquí llegamos a la noción moderna de opinión pública. ¿Qué es esta opinión pública que invocan los creadores de derecho de las sociedades modernas, sociedades en las cuales el Derecho existe? Tácitamente, es la opinión de todos, de la mayoría o de aquellos que cuentan, de aquellos que son dignos de tener una opinión. Pienso que la definición patente en una sociedad que se dice democrática, es decir donde la opinión oficial es la opinión de todos, oculta una definición latente, a saber, que la opinión pública es la opinión de los que son dignos de tener una opinión. Hay una especie de definición censitaria de la opinión pública como opinión ilustrada, como opinión digna de ese nombre.

La lógica de las comisiones oficiales es crear un grupo así constituido que exhiba todos los signos exteriores, socialmente reconocidos y reconocibles, de la capacidad de expresar la opinión digna de ser expresada, y en las formas establecidas. Uno de los criterios tácitos más importantes para seleccionar a los miembros de la comisión, en especial a su presidente, es la intuición que tiene la gente encargada de componer la comisión de que la persona considerada conoce las reglas tácitas del universo burocrático y las reconoce: en otras palabras, alguien que sabe jugar el juego de la comisión de manera legítima, que va más allá de las reglas del juego, que legitima el juego; nunca se está más en el juego que cuando se va más allá del juego. En todo juego existen las reglas y el fair-play. A propósito del hombre kabil 1, o del mundo intelectual, yo había empleado la fórmula: la excelencia, en la mayoría de las sociedades, es el arte de jugar con la regla del juego, haciendo de ese juego con la regla del juego un supremo homenaje al juego. El transgresor controlado se opone completamente al herético.

El grupo dominante coopta miembros a partir de índices mínimos de comportamiento, que son el arte de respetar la regla del juego hasta en las transgresiones reguladas de la regla del juego: el decoro, la compostura. Es la célebre frase de Chamfort: "El Gran Vicario puede sonreír sobre un tema contra la Religión, el Obispo reír con ganas, el Cardenal agregar lo que tenga que decir" 2. Cuanto más se asciende en la jerarquía de las excelencias, más se puede jugar con la regla del juego, pero ex officio, a partir de una posición que no admita ninguna duda. El humor anticlerical del cardenal es supremamente clerical.

La verdad de todos

La opinión pública siempre es una especie de doble realidad. Es lo que no puede dejarse de invocar cuando se quiere legislar sobre terrenos no constituidos. Cuando se dice “Hay un vacío jurídico” (expresión extraordinaria) a propósito de la eutanasia o de los bebés de probeta, se convoca a gente que trabajará aplicando toda su autoridad. Dominique Memmi 3 describe un comité de ética [sobre la procreación artificial], compuesto por personas disímiles —psicólogos, sociólogos, mujeres, feministas, arzobispos, rabinos, eruditos, etc.— cuyo objetivo es transformar una suma de idiolectos 4 éticos en un discurso universal que llene un vacío jurídico, es decir que aporte una solución oficial a un problema difícil que trastorna a la sociedad —legalizar el alquiler de vientres, por ejemplo—. Si se trabaja en ese tipo de situación, debe invocarse una opinión pública. En ese contexto, resulta muy clara la función impartida a las encuestas. Decir "las encuestas están de nuestra parte", equivale a decir "Dios está de nuestra parte", en otro contexto.

Una de las propiedades de las encuestas consiste en plantearle a la gente problemas que ella no se plantea, en sugerir respuestas a problemas que ella no se ha planteado; por lo tanto, a imponer respuestas.Pero el tema de las encuestas es engorroso, porque a veces la opinión ilustrada está contra la pena de muerte, mientras que los sondeos están más bien a favor. ¿Qué hacer? Se forma una comisión. La comisión constituye una opinión pública esclarecida que instituirá la opinión ilustrada como opinión legítima en nombre de la opinión pública —que, por otra parte, dice lo contrario o no piensa nada (lo que suele ocurrir a propósito de muchos temas)—. Una de las propiedades de las encuestas consiste en plantearle a la gente problemas que ella no se plantea, en sugerir respuestas a problemas que ella no se ha planteado; por lo tanto, a imponer respuestas. No es cuestión de sesgos en la construcción de las muestras, es el hecho de imponer a todo el mundo preguntas que se le formulan a la opinión ilustrada y, por este hecho, producir respuestas de todos sobre problemas que se plantean sólo algunos; por lo tanto dar respuestas ilustradas, puesto que han sido producidas por la pregunta: se han creado para la gente preguntas que no existían para ella, cuando lo que realmente le importaba, era la cuestión en sí.

Voy a traducirles sobre la marcha un texto de Alexander Mackinnon de 1828 extraído de un libro de Peel sobre Herbert Spencer 5. Mackinnon define la opinión pública; da la definición que sería oficial si no fuera inconfesable en una sociedad democrática. Cuando se habla de opinión pública, siempre se juega un doble juego entre la definición confesable (la opinión de todos) y la opinión autorizada y eficiente que se obtiene como subconjunto restringido de la opinión pública democráticamente definida:

"Es ese sentimiento sobre cualquier tema que es cultivado, producido por las personas más informadas, más inteligentes y más morales de la comunidad. Esta opinión se extiende gradualmente y es adoptada por todas las personas con alguna educación y sentimiento que conviene a un Estado civilizado". La verdad de los dominantes deviene la de todos.

Cómo legitimar un discurso

En los años 1880, en la Asamblea Nacional se decía abiertamente lo que la sociología tuvo que redescubrir, es decir, que el sistema escolar debía eliminar a los niños de las clases más desfavorecidas. Al principio se planteaba la cuestión, pero luego fue totalmente reprimida ya que, sin que se lo pidiera, el sistema escolar se puso a hacer lo que se esperaba de él. Entonces, no hubo necesidad de hablar sobre el tema. El interés del retorno sobre la génesis es muy importante, porque en los comienzos hay debates donde se dicen con todas las letras cosas que, después, aparecen como provocadoras revelaciones de los sociólogos.

El reproductor de lo oficial sabe producir —en el sentido etimológico del término: producere significa "hacer avanzar"—, teatralizándolo, algo que no existe (en el sentido de lo sensible, visible), y en nombre de lo cual habla. Debe producir eso en nombre de lo que tiene el derecho de producir. No puede no teatralizar, ni dar forma, ni hacer milagros. Para un creador verbal, el milagro más común es el milagro verbal, el éxito retórico; debe producir la puesta en escena de lo que autoriza su decir, dicho de otra manera, de la autoridad en nombre de la cual está autorizado a hablar.

"Manejar sabiamente una lengua es practicar una especie de hechicería evocatoria" —BaudelaireEncuentro la definición de la prosopopeya que estaba buscando: "Figura retórica por la cual se hace hablar y actuar a una persona que es evocada, a un ausente, a un muerto, un animal, una cosa personificada". Y en el diccionario, que siempre es un formidable instrumento, se encuentra esta frase de Baudelaire hablando de la poesía: "Manejar sabiamente una lengua es practicar una especie de hechicería evocatoria". Los letrados, los que manipulan una lengua erudita —como los juristas y los poetas—, tienen que poner en escena el referente imaginario en nombre del cual hablan y que ellos producen hablando en las formas; tienen que hacer existir eso que expresan y aquello en nombre de lo cual se expresan. Deben simultáneamente producir un discurso y producir la creencia en la universalidad de su discurso mediante la producción sensible (en el sentido de evocar los espíritus, los fantasmas —el Estado es un fantasma…—) de esa cosa que garantizará lo que ellos hacen: "la nación", "los trabajadores", "el pueblo", "el secreto de Estado", "la seguridad nacional", "la demanda social", etc.

Percy Schramm mostró cómo las ceremonias de coronación eran la transferencia, en el orden político, de ceremonias religiosas 6. Si el ceremonial religioso puede transferirse tan fácilmente a las ceremonias políticas mediante la ceremonia de la coronación, es porque en ambos casos se trata de hacer creer que hay un fundamento del discurso que sólo aparece como auto-fundador, legítimo, universal porque hay teatralización —en el sentido de evocación mágica, de brujería— del grupo unido y que consiente el discurso que lo une. De allí el ceremonial jurídico. El historiador inglés E. P. Thompson insistió en el rol de la teatralización jurídica en el siglo XVIII inglés —las pelucas, etc.—, que no puede comprenderse en su totalidad si no se considera que no es un simple artefacto, en el sentido de Pascal, que vendría a agregarse: es constitutiva del acto jurídico 7. Impartir justicia en un traje convencional es arriesgado: se corre el riesgo de perder la pompa del discurso. Siempre se habla de reformar el lenguaje jurídico sin nunca hacerlo, porque es la última de las vestiduras: los reyes desnudos ya no son carismáticos.

Puro teatro

Una de las dimensiones más importantes de la teatralización es la teatralización del interés por el interés general; es la teatralización de la convicción del interés por lo universal, del desinterés del hombre político —teatralización de la creencia del sacerdote, de la convicción del hombre político, de su fe en lo que hace—. Si la teatralización de la convicción forma parte de las condiciones tácitas del ejercicio de la profesión del clérigo —si un profesor de filosofía tiene que aparentar creer en la filosofía—, es porque ello constituye el homenaje esencial del oficial-hombre a lo oficial; es lo que hay que agregarle a lo oficial para ser un oficial: hay que agregar el desinterés, la fe en lo oficial, para ser un verdadero oficial. El desinterés no es una virtud secundaria: es la virtud política de todos los mandatarios. Las locuras de los curas, los escándalos políticos, son el desmoronamiento de esta especie de creencia política en la cual todo el mundo actúa de mala fe, ya que la creencia es una suerte de mala fe colectiva, en el sentido sartreano: un juego en el cual todo el mundo se miente y miente a los otros sabiendo que se mienten. Esto es lo oficial…

Traducción: Teresa Garufi
BAJADO DE http://sociologiac.net/2012/01/15/texto-inedito-de-pierre-bourdieu-como-se-forma-la-opinion-publica/