ANTECEDENTES
La batalla de Junín fue uno de los últimos enfrentamientos que sostuvieron los ejércitos realistas e independentistas en el proceso de la independencia del Perú. La batalla se desarrolló en la pampa de Junín, en el actual departamento de Junín, al noroeste del valle de Jauja, el 6 de agosto de 1824.
En el año 1824 los realistas se sostenían aún en la sierra central y el Alto Perú. Bolívar había decidido continuar la guerra en Perú contra España tras el abandono del general San Martín. Para ello reorganizó su ejército de tal manera que en pocos meses tenía unos 12.000 hombres, la mitad de ellos colombianos, perfectamente equipados, armados y provistos. Mientras tanto, el virrey La Serna y sus generales estaban entretenidos tratando de someter la rebelión de Olañeta, general alzado en armas contra el virrey en nombre del absolutismo. Su decisión ocasionó a la larga la pérdida del virreinato, pues obligó al virrey a distraer importantes fuerzas tratando de someterle.
El teniente general Canterac, cuyas tropas sumaban unos 9.000 hombres, solo pudo movilizar unos 6.500, pues el resto estaba repartidos en las guarniciones de Lima y El Callao o dados de baja por enfermedad. El resto del ejército realista eran unos 5.000 regulares al mando del general Jerónimo Valdés y cuya base se encontraba en Puno, pero estas fuerzas estaban dispersas entre el valle del Mantaro y Alto Perú persiguiendo al general Olañeta tenían su base en Puno. Bolívar, conocedor de esta ventaja, aprovechó la oportunidad; reunió sus tropas en el valle de Huaras y en junio de 1824 dirigió su ejército hacia la sierra central del Perú para aislar a las solitarias fuerzas realistas del teniente general José de Canterac situadas en el norte.
Simón Bolívar cruzó los desfiladeros de los Andes con gran pericia, valor y maestría, y desembocó finalmente en Rancas y Pasco. El 2 de agosto pasó revista a su ejército en el llano de Rancas, contabilizando un total de 1.000 jinetes, al mando del general Necochea, y 7.900 soldados de infantería al mando del general Sucre. Terminó su arenga con estas elocuentes palabras:
¡Soldados! Vais a completar la obra más grande que el cielo ha encomendado a los hombres: la de salvar un mundo entero de la esclavitud.
¡Soldados! Los enemigos que vais a destruir se jactan de catorce años de triunfos; ellos, pues serán dignos de medir sus armas con las vuestras que han brillado en mil combates. ¡Soldados! El Perú y la América toda aguardan de vosotros la paz, hija de la victoria, y aún la Europa liberal os contempla con encanto porque la libertad del Nuevo Mundo es la esperanza del Universo. ¿La burlaréis? No. No. Vosotros sois invencibles.
El teniente general Canterac no se enteró de la aproximación del enemigo porque Bolívar había enviado en vanguardia al general Miller al frente de un destacamento de caballería con orden de ir destruyendo las guerrillas que los españoles tenían como partidas volantes alrededor del campamento realista de Jauja, así como repartir pertrechos y provisiones a lo largo del camino para abastecer al ejército que avanzaba detras. Diversos destacamentos de caballería custodiaban estos depósitos para evitar el espionaje de los realistas.
En cuanto el teniente general Canterac se enteró de la proximidad de los independentistas, se apresuró a salir a su encuentro en dirección al Cerro de Pasco. Sus fuerzas consistían entre 1.300 y 1.500 jinetes (nueve escuadrones) al mando de Bedoga, 2.700 soldados de infantería (ocho batallones) y nueve piezas de artillería de campaña. En su Historia de España del siglo XIX, Pi y Margall cifra en 5.000 los soldados de infantería, organizados en dos divisiones al mando de los generales Maroto y Monet.
El 6 de agosto el ejército del teniente general Canterac marchaba tranquilamente por el citado camino cuando éste se enteró que Bolívar venía en otra dirección con ánimo de cortarle la retirada. Canterac retrocedió apresuradamente alrededor del lago de Junín tratando de evitar el combate con Bolívar. Esa tarde el Ejército Unido había cruzado el río Grande a la altura de Rumichaca, y al llegar a una elevación pudieron observar al ejército realista en retirada acercándose a la llanura de Junín. Sin perder tiempo, Bolívar ordeno a 900 jinetes de su caballería para intentar detener a los realistas mientras la infantería los alcanzaba más tarde. En total, Bolívar lanzó siete escuadrones al mando del general Necochea, comandante general de la Caballería. Serían alrededor de las cinco de la tarde. Al percatarse de ello, Canterac ordeno a su caballería atacar a la caballería enemiga.
El terreno era difícil. La caballería destacada por Bolívar marchaba en columna por un espacio angosto entre un cerro y un pantano. Su disposición, de vanguardia a retaguardia, era la siguiente:
- Regimiento de Granaderos de Colombia, al mando accidental del mayor Felipe Braun.
- Escuadrón de Granaderos de los Andes, al mando de Bruix.
- Escuadrón de Coraceros del Perú, del comandante Suárez.
- Regimiento de Húsares de Colombia, del coronel Laurencio Silva.
- Regimiento del Perú, al mando del general Miller.
La caballería independentista salió del trecho por el que venía y comenzó a formarse en la pampa, pero antes de que todas sus unidades hubiesen salido del trecho y formado fue atacada por la caballería realista. La caballería española se arrojó en choque terrible sobre la de los rebeldes y la desbarató con lanza y sable, sin disparar un solo tiro. El general Miller, al mando del Regimiento del Perú, no pudo flanquear por la derecha como le había sido ordenado, por lo que se vió obligado a cargar de frente. El brío de la acometida hizo que la caballería española perdiera la formación. Cuando ésta creía haber vencido y se dispersaba imprudentemente, un ataque dirigido a tiempo por dos escuadrones de reserva peruana que mandaba el comandante Suárez, restableció la lucha en iguales condiciones.
Braun y Sandoval, con varias compañías del Granaderos de Colombia, rompieron con su primera carga la izquierda realista y empezaron a atacar la retaguardia de la izquierda realista. En esos momentos el resto de los Granaderos y Húsares colombianos del coronel Silva se retiraron perseguidos por los realistas, pero volvieron grupas para atacar a la caballería realista que los perseguía (el centro del dispositivo español). El general Miller ejecuto la misma táctica de fingir la retirada, tras lo cual volvió grupas y atacó la caballería realista que lo seguía (la derecha realista) mientras el escuadrón de Suárez hacia lo mismo por detrás de los perseguidores.
Arrojados los realistas a la llanura, la caballería independentista cargo contra los jinetes realistas, quienes se habían dividido en grupos. Bolívar mandó llamar varias compañías de granaderos, pero para cuando llegaron la lucha había terminado, pues el resto del ejército realista había abandonado el campo. El general Sucre, que iba con la infantería, llegó al campo de Junín a tiempo de escuchar los gritos de alegría por el triunfo sobre las armas realistas.
La batalla fue encarnizada, rápida y violenta, y solo participó en ella la caballería. El combate se libró solamente con el sable y la lanza sin registrarse ningún disparo. El Ejército Unido obtuvo una importante victoria. Los españoles perdieron 2 jefes, 12 oficiales y 245 soldados muertos y heridos, 80 prisioneros, más de 400 caballos ensillados y la mayor parte de sus armas. Los independentistas sufrieron la baja de 45 soldados muertos y 99 heridos entre los independentistas. De ese total, 64 soldados pertenecían al regimiento Húsares del Perú, al mando de Andrés Rázuri. En reconocimiento a la brillante acción de la caballería peruana, el general Bolívar le cambió el nombre de Húsares del Perú por el de Regimiento Húsares de Junín. En la actualidad, este regimiento del Ejército del Perú es denominado Glorioso Regimiento Húsares de Junín, y sirve de escolta del Presidente de la República.
Todo el enfrentamiento duró aproximadamente cuarenta y cinco minutos a una altura de 4.100 metros sobre el nivel del mar. A pesar de ser poco más que una escaramuza, el triunfo en la pampa de Junín haría renacer la moral entre el ejército unido.
Tras la batalla de Junín, Simón Bolívar "El Libertador" publicó la siguiente proclama a los peruanos:
"Peruanos:
La campaña que debe completar vuestra libertad ha empezado bajo los auspicios más favorables. El ejército del general Canterac ha recibido en Junín un golpe mortal, habiendo perdido, por consecuencia de este suceso, un tercio de sus fuerzas y toda su moral. Los españoles huyen despavoridos abandonando las más fértiles provincias, mientras el general Olañeta ocupa el Alto Perú.
Peruanos:
Bien pronto visitaremos la cuna del Imperio peruano y el templo del Sol. El Cuzco tendrá en el primer día de su libertad más placer y más gloria que bajo el dorado reino de sus Incas."
Cuartel General Libertador de Huancayo, 13 de agosto de 1824.
CONSECUENCIAS
No fueron las pérdidas sufridas ni la derrota lo que desprestigiaron al teniente general Canterac, sino el incomprensible pánico que se apoderó de él tras la batalla. Se dió tal prisa en huir que a las 48 horas estaba a más de 30 leguas de distancia. No paró hasta llegar al Cerro de Chincheros, tras 20 días de precipitada marcha en la que tan solo se detuvo para quemar los puentes. El general Maroto, que había criticado a su jefe por no haber empleado la artillería en la batalla de Junín, se separó de Canterac y se dirigió a Cuzco con sus fuerzas para no ser cómplice de aquella fuga.
Enterado de la derrota, el virrey La Serna ordenó a Canterac no moverse de las inexpugnables posiciones del Cerro de Chincheros, y al general Valdés que abandonase la persecución de Olañeta para unirse a Canterac, mientras que él mismo se uniría a ellos con las fuerzas que lograra reunir. Desgraciadamente Canterac seguía presa del pánico y abandonó el Cerro de Chincheros; cruzó el río Apurimac, destruyó el puente que lo cruzaba y corrió a reunirse con La Serna en Limatambo, donde llegó el general Valdés con sus tropas tras haber recorrido unas 270 leguas en un mes escaso. Por fin el virrey La Serna tenía reunidos los dos ejércitos del Norte y Sur del Perú.
FUENTES:
Enciclopedia Wikipedia.
Pi y Margall. Historia de España del siglo XIX. Tomo II. Pág. 624
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